sábado, 9 de enero de 2010

Crónica N° 3

El encuentro

Era a las dos de la tarde, apróximadamente, del un día del séptimo mes del año. Habíamos acordado encontrarnos en una plaza,un lugar neutro, concurrido. Seguro para ambos. "No vaya a ser cosa de que sea una asesina serial en busca de su próxima presa", ¿no?.
Llegué a la plaza en el horario estipulado. Algo de no creer sabiendo de mi impuntualidad andante. Caminé, miré para todos lados con disimulo buscando lo poco que recordaba de esa persona que había conocido hacía un par de años. No lo encontré. ¿Hizo lo mismo que la vez anterior?
Me fuí a sentar a un banco, cerca de una calesita (carrusel) que giraba al comás de La Gallina Turuleca. Me senté a mirar a la gente y a esperar ver a "el otro". ¿Mensaje? No recuerdo. ¿Llamado? Creo que si. ME preguntaba dónde estaba. "Estoy cerca de la calesita, en un banco, vestida de negro". Por lo menos había cierto indicio de que no iba a reproducir el mismo plantón que la vez primera (muchos pensaran lo mismo que pensé muchas veces yo. "¿Para qué vas a arriesgarte a encontrarte con la misma persona que te hizo eso áquella vez?"). No quería pensar en ello, a pesar de que era un sentimiento y pensamiento latente. Demasiado latente y posible.
Pasaron los minutos y no aparecía. Ellos seguían pasando, en ningún momento se detuvieron. Hasta que alguien aparece. Alguien que no era ni en una pestaña igual a la persona conocida. ¿Desilusión a primera vista? Puede ser. Las apariencias engañan. Me saludó (no me acuerdo si me pregunto si era yo, realmente no lo recuerdo), se sentó al lado mio. Hacía mucho frío, pleno invierno y en una plaza sin refugio. Comenzamos a charlar. Cambiamos de asientos. Caminamos de un lado para otro charlando, contándonos de nuestras vidas, de las cosas que habíamos conocido del otro a través de los mensajes de texto. Nos hablamos de nuestras vidas. Hablamos mucho, con timidez de mi parte. "No soy igual que como sos por teléfono", esbozó. Noc, noc, dummie!
Los minutos seguían pasando. Propone ir a un bar. ¿Un bar? ¡Ahí! Nada decente a la vista, pero encontramos el lugar. Seguimos hablando. Él intentaba remar la situación. Mi aburrimiento y vuele de mi cerebro me inhabilitaban para prestarle atención a sus palabras, por lo tanto, no recuerdo nada de lo hablado en esa "primera cita".
Sólo viene a mi memoria una expresión que realizó mientras me contaba algo, una expresión demasiado homosexual que me hizo dudar de su sexualidad. Eso, sumado a un incipiente amaneramiento que percibí.
Se fue al baño. Lo esperé. Pagó él (no quiso aceptar dividir gastos). Nos fuimos.
En el frio de la calle, seguimos caminando. Para un lado. No puedo recordar nada de lo hablado. ¿Habrá sido tan grande mi aburrimiento, mis ganas de estar en otro lado? O, ¿habrán sido mis ganas de entender todo lo que decía y de mostrarme simpática que no puedo hacerlo?. Igual, la verdad, y si le preguntase a él también, no dió resultado eso de "mostrarme simpática".
Mientrás caminabamos, se arrebató sobre mí violentamente cuando di vuelta mi cara para mirarlo. Y... Me empujó contra una pared y me dió un beso.
El primer beso.
Habíamos caminado mucho y dado muchas vueltas. "No me aguanté más", creo que me dijo. No lo recuerdo.
Después me acompañó a la estación de trenes. Me fui. Y él quedó allí. Mirándome ir.
A la noche me llega un mensaje que me dice algo así como que soy una maldita por haberme ido y por haberlo dejado ahi, mirándome ir.
Nos estabamos empezando a conocer. Todo era muy lindo, pseudo romántico y especial.
Como todas las relaciones empezó así. Bien. Amablemente. En pasado.

2 comentarios:

  1. mmm...osea que en el fondo tambien te gusto algo de el??jaja!
    buen post,suerte!

    ResponderEliminar
  2. ASí es. En el fondo siempre hay un leve remordimiento por lo que a uno le gusta y no quiere que se sepa de primera mano, pero que se sabe...
    Muchísimas gracias por haber leído y por tu comentario!

    Un beso!

    ResponderEliminar