jueves, 21 de enero de 2010

"Obtusos portadores de ignorancia revestida de violencia"

sábado, 9 de enero de 2010

Crónica N° 3

El encuentro

Era a las dos de la tarde, apróximadamente, del un día del séptimo mes del año. Habíamos acordado encontrarnos en una plaza,un lugar neutro, concurrido. Seguro para ambos. "No vaya a ser cosa de que sea una asesina serial en busca de su próxima presa", ¿no?.
Llegué a la plaza en el horario estipulado. Algo de no creer sabiendo de mi impuntualidad andante. Caminé, miré para todos lados con disimulo buscando lo poco que recordaba de esa persona que había conocido hacía un par de años. No lo encontré. ¿Hizo lo mismo que la vez anterior?
Me fuí a sentar a un banco, cerca de una calesita (carrusel) que giraba al comás de La Gallina Turuleca. Me senté a mirar a la gente y a esperar ver a "el otro". ¿Mensaje? No recuerdo. ¿Llamado? Creo que si. ME preguntaba dónde estaba. "Estoy cerca de la calesita, en un banco, vestida de negro". Por lo menos había cierto indicio de que no iba a reproducir el mismo plantón que la vez primera (muchos pensaran lo mismo que pensé muchas veces yo. "¿Para qué vas a arriesgarte a encontrarte con la misma persona que te hizo eso áquella vez?"). No quería pensar en ello, a pesar de que era un sentimiento y pensamiento latente. Demasiado latente y posible.
Pasaron los minutos y no aparecía. Ellos seguían pasando, en ningún momento se detuvieron. Hasta que alguien aparece. Alguien que no era ni en una pestaña igual a la persona conocida. ¿Desilusión a primera vista? Puede ser. Las apariencias engañan. Me saludó (no me acuerdo si me pregunto si era yo, realmente no lo recuerdo), se sentó al lado mio. Hacía mucho frío, pleno invierno y en una plaza sin refugio. Comenzamos a charlar. Cambiamos de asientos. Caminamos de un lado para otro charlando, contándonos de nuestras vidas, de las cosas que habíamos conocido del otro a través de los mensajes de texto. Nos hablamos de nuestras vidas. Hablamos mucho, con timidez de mi parte. "No soy igual que como sos por teléfono", esbozó. Noc, noc, dummie!
Los minutos seguían pasando. Propone ir a un bar. ¿Un bar? ¡Ahí! Nada decente a la vista, pero encontramos el lugar. Seguimos hablando. Él intentaba remar la situación. Mi aburrimiento y vuele de mi cerebro me inhabilitaban para prestarle atención a sus palabras, por lo tanto, no recuerdo nada de lo hablado en esa "primera cita".
Sólo viene a mi memoria una expresión que realizó mientras me contaba algo, una expresión demasiado homosexual que me hizo dudar de su sexualidad. Eso, sumado a un incipiente amaneramiento que percibí.
Se fue al baño. Lo esperé. Pagó él (no quiso aceptar dividir gastos). Nos fuimos.
En el frio de la calle, seguimos caminando. Para un lado. No puedo recordar nada de lo hablado. ¿Habrá sido tan grande mi aburrimiento, mis ganas de estar en otro lado? O, ¿habrán sido mis ganas de entender todo lo que decía y de mostrarme simpática que no puedo hacerlo?. Igual, la verdad, y si le preguntase a él también, no dió resultado eso de "mostrarme simpática".
Mientrás caminabamos, se arrebató sobre mí violentamente cuando di vuelta mi cara para mirarlo. Y... Me empujó contra una pared y me dió un beso.
El primer beso.
Habíamos caminado mucho y dado muchas vueltas. "No me aguanté más", creo que me dijo. No lo recuerdo.
Después me acompañó a la estación de trenes. Me fui. Y él quedó allí. Mirándome ir.
A la noche me llega un mensaje que me dice algo así como que soy una maldita por haberme ido y por haberlo dejado ahi, mirándome ir.
Nos estabamos empezando a conocer. Todo era muy lindo, pseudo romántico y especial.
Como todas las relaciones empezó así. Bien. Amablemente. En pasado.

jueves, 7 de enero de 2010

Crónica N° 2

Conociéndonos (más)

En 2007, a principios del año, en una fiesta, conocí a una persona super especial pero analfabeta (no educativamente sino en lo sentimental y emocional). En esa fiesta me sugirió sus intenciones que no comprendí de entrada y todo se deslizó entre mis manos como un puñado de arena seca.
Como sé cómo soy y que mis emociones son escasas, mis sentimientos hacia otras personas son efímeros y sin significado (ese significado del que habla Ferdinand de Saussure, no otro), no le dí importancia. Pero parecía que el destino nos tenía que unir.
En ese tiempo, iban y venían mensajes de "hola, ¿cómo estás?" intercambiados con el sujeto del capítulo uno.
En abril, una amiga, me hizo llegar una invitación a una fiesta y nos juntamos en su casa junto con su novio. Empezamos la noche con un par de bebidas y charlas como siempre, de la vida y... Llegó mi amiga al lugar donde queria llegar. Me dice: "Sos re dormida, nena! ¿No te diste cuenta? ¿Cómo puede ser?". Bueno, hay veces que no reacciono de la forma en como tendría que reaccionar.
Fuimos a la fiesta y, no se dio por vencido. Quiso acercarse a mi. Lo hizo. Y lo permití. Aunque no ese día porque mis niveles de alcohol en sangre no eran los apropiados ni para respirar. Aún tengo su perfume en mi buzo azul, recordaré un tema de una banda punk y recordaré esa noche mágica.
Dejó pasar algunos días. Me escribión un mensaje sin firmar (para que tenga que responder preguntando: "¿Quién sos?", obvio). Así comenzó una breve relación. Sin nada emocionante ni particular.
Días van, días pasan. Ensayos, guitarras desafinadas y nada más. Una que otra salida. Sin emoción. Sin ganas. Mi cumpleaños. No vino. Chau.
Bueno, no un chau definitivo. Duró diez días más. Y ahí sí, chau.
Aunque debo admitir que cuando una persona me interesa demasiado como lo hacía él, a veces me pongo pesada e indiferente y con él me pasó eso. Ambas cosas.
Mientras, seguíamos enviandonos mensajes mutuamente con "el otro". Si. Y me sirvió de mucho su pseudo presencia porque estaba muy deprimida por no haber hecho que la relación marche bien ya que aparentabamos estar interesado ambos.
"El otro", me escribía y me decía cosas hermosas. Que a cualquier mujer la harían sentir única, especial, querida. Hasta ese momento no nos conociamos de verdad, personalmente. A pesar de que nos hubiesemos conocido así.
Preguntabamos sobre nuestros gustos, nuestras vidas, nuestros pensamientos y sentimientos. Nunca estaba en mí, respondía sus mensajes con demora, era una colgada y era su "ninia de la nube" y me encantaba serlo (a pesar de que no fuese bueno).
Un día, me dijo que quería que nos vieramos. Vernos las caras. Le dije que si.
Y, de una cierta forma u otra, empezó una ansiada cuenta regresiva a ese día. Sabía que lo deseaba, que necesitaba a esa persona. "Almas gemelas", le dijo su prima. No lo sé. Pero, a pesar de todo, sentía comprensión, salvación en sus palabras y era cuestión de tiempo. Tiempo para saber si era todo una ilusión.

Crónica N° 1

Cómo nos conocimos

Todo comenzó en una noche de julio de hace un par de años. Muchos para recordarlos con precisión. Pocos para que tengan importancia y recordarlos. Noche de alcohol, descontrol, caídas y sustancias ilícitas. Noche de búsqueda de alguien con quien pasar la noche. Noche en la que perdí mi abrigo y mi seriedad.
Me encontró entre toda la gente, lo encontré entre toda esa gente.
Después de un tiempo de ir de un lado para otro dentro del lugar, antes de que se vaya, me pide mi número de teléfono, yo el de él. Y allí quedó todo.
Seguí en el lugar, haciendo mis cosas. Pasandola bien con mis amigos y conocidos y con gente que había conocido ahi. Seguí y se hizo larga la noche. hasta que se hicieron las diez de la mañana y seguíamos dando vueltas.
Volví caminando con una amiga, por una ruta imposible de transitar para dos mujeres solas. Tomamos el colectivo y nos morimos de frio durante todo el viaje.
Llegué a casa, dormí. Comí. Seguí con mi vida de la manera más normal del mundo. Todo era como siempre, como no debía dejar de ser.
Días más tarde, ésa persona me manda un mensaje de texto y me pide mi dirección de correo electrónico. Se lo pasé. comenzamos a charlar, a preguntarnos algunas cosas. Las típicas, las obvias de dos personas que se empiezan a conocer. Todo marchaba bien. Me propuso que nos volvamos a ver, que nos encontremos en un lugar. Yo accedí, por lo anteriormente dicho. En ese momento estaba en una relación, otra, que tampoco tenía ni pies ni cabeza y ninguno de los dos quería hacer nada para cambiarlo, por lo tanto, no me molesté y acepté volver a verlo.
Me dijo que lo hicieramos en un lugar cerca de mi facultad. "Ok", le dije. Y así quedamos. Ni una palabra más, ni una menos.
El día ese del reencuentro, terminaba con mis ocupaciones y él no estaba y ni siquiera había sido capaz de mandarme un mensaje avisandome que había cambiado de planes. Lo llamé. Había cancelado el encuentro sin avisar. No le dí importancia. Un chico más, un chico menos. ¿A quién le puede importar el hecho de cncelar una reunión con alguien que no se conoce? A nadie. Lo único era un poco de respeto, pero como no lo había no me hice mucho problema y me fui a mi casa sin más.
Supongo que no volvimos a comunicarnos nunca más. Me parece que no hablamos ni siquiera vía mail o chat. No lo recuerdo o quizás no quiero recordarlo. Creo que no hubo más comunicación entre ambos, pero no puedo darlo por sentado.

Hoy comienzan las Crónicas de una relación "Sin Pies Ni Cabeza"

Así es.
He decidido traer al blog algunas cosas que he escrito. Algunas cosas que he vivido en una relación que he tenido. Así es. Para complementar, por ahi para ayudar a alguien que las lea a darse cuenta de algunas cosillas que algunos hombres nos haces y, nosotras, sin darnos cuenta o haciéndonos las desentendidas, no queremos admitir.

Pequeña intro para comenzar con las crónicas. Por capítulos, que son los momentos trascendentes de la misma.

Espero os gusten y, si no, está a su disposición el libro de comentarios!

Salud, ex compañero. Salud!

sábado, 2 de enero de 2010

Sé que siento demasiado...

Sé que siento demasiado y que las emociones son extremas en mí. Lo sé.
Sé que poco manifiesto y que cuando no quiero sentir más, estallo y estallan mis ojos de lágrimas.
Soy una persona muy sensible y me da bronca. La hiper sensibilidad me inhabilita, pero esa no es la razón por la que escribo, con miles de lágrimas rodando estrepitosamente por mis mejillas. Esa no es la razón.
Hoy ya no está, y recuerdo... cuando me miraba con timidez. Ese día que escapó de su casa, lo alojamos ne la nuestra y lo hicimos dormir en el baño. Tan chiquito y tan ondefenso. Tan chiquito y tan asustado. Sólo quería que con un abrazo todos sus miedos se alejaran. Se quedó dormido en una cama improvisada que le hicimos en el baño. Y durmió mucho y muy bien allí.
Por la mañana, no quería entrar para no despertarlo. Pero entré. Y me quedé mirándolo. Luego corrí la mirada porque se había despertado y, disimuladamente, volví mi cara hacía la suya. Él también me miraba. Cuando se dio cuenta de mis movimientos, bajó la mirada y se quedó así hasta que pensó que no lo miraba más. Yo seguía mirándolo. No podía dejar de hacerlo. Levantó sus ojitos tristes y muy dulces y, con vergüenza, no sé qué era, bajó la mirada otra vez.
Fueron unos minutos en los que estuvimos los dos solos mirándonos, escondiéndonos. Estaba más felíz, menos temeroso. Lo sé.
Me lo demostró, me lo hacía saber con su ser, con su cuerpo. Me lo expresó con su amor.
Quería ser felíz. Yo también quería que lo sea. Con el alma, con mi cuerpo. Con toda la fuerza de mi vida.
No puedo tomármelo a la ligera. No puedo. Y me afecta hasta los huesos el dolor que siento. Ese Benjamín que apareció, días previos al nuevo año en la vida de otros, pero que yo acepté con la mia... Se fue hoy. Se fue solito, sin nadie que le dé un abrazo, un beso. Un poco de cariño.
Se fue. Y me duele hasta los huesos.


¡¡LA PUTA MADRE DE LA PUTA VIDA QUE NOS ALEJA!!!
¡¡¡¡¡MIEEEEEEEEEEERDAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!

P.D.: Perdón por el exabrupto, pero reviento de la bronca.