jueves, 7 de enero de 2010

Crónica N° 2

Conociéndonos (más)

En 2007, a principios del año, en una fiesta, conocí a una persona super especial pero analfabeta (no educativamente sino en lo sentimental y emocional). En esa fiesta me sugirió sus intenciones que no comprendí de entrada y todo se deslizó entre mis manos como un puñado de arena seca.
Como sé cómo soy y que mis emociones son escasas, mis sentimientos hacia otras personas son efímeros y sin significado (ese significado del que habla Ferdinand de Saussure, no otro), no le dí importancia. Pero parecía que el destino nos tenía que unir.
En ese tiempo, iban y venían mensajes de "hola, ¿cómo estás?" intercambiados con el sujeto del capítulo uno.
En abril, una amiga, me hizo llegar una invitación a una fiesta y nos juntamos en su casa junto con su novio. Empezamos la noche con un par de bebidas y charlas como siempre, de la vida y... Llegó mi amiga al lugar donde queria llegar. Me dice: "Sos re dormida, nena! ¿No te diste cuenta? ¿Cómo puede ser?". Bueno, hay veces que no reacciono de la forma en como tendría que reaccionar.
Fuimos a la fiesta y, no se dio por vencido. Quiso acercarse a mi. Lo hizo. Y lo permití. Aunque no ese día porque mis niveles de alcohol en sangre no eran los apropiados ni para respirar. Aún tengo su perfume en mi buzo azul, recordaré un tema de una banda punk y recordaré esa noche mágica.
Dejó pasar algunos días. Me escribión un mensaje sin firmar (para que tenga que responder preguntando: "¿Quién sos?", obvio). Así comenzó una breve relación. Sin nada emocionante ni particular.
Días van, días pasan. Ensayos, guitarras desafinadas y nada más. Una que otra salida. Sin emoción. Sin ganas. Mi cumpleaños. No vino. Chau.
Bueno, no un chau definitivo. Duró diez días más. Y ahí sí, chau.
Aunque debo admitir que cuando una persona me interesa demasiado como lo hacía él, a veces me pongo pesada e indiferente y con él me pasó eso. Ambas cosas.
Mientras, seguíamos enviandonos mensajes mutuamente con "el otro". Si. Y me sirvió de mucho su pseudo presencia porque estaba muy deprimida por no haber hecho que la relación marche bien ya que aparentabamos estar interesado ambos.
"El otro", me escribía y me decía cosas hermosas. Que a cualquier mujer la harían sentir única, especial, querida. Hasta ese momento no nos conociamos de verdad, personalmente. A pesar de que nos hubiesemos conocido así.
Preguntabamos sobre nuestros gustos, nuestras vidas, nuestros pensamientos y sentimientos. Nunca estaba en mí, respondía sus mensajes con demora, era una colgada y era su "ninia de la nube" y me encantaba serlo (a pesar de que no fuese bueno).
Un día, me dijo que quería que nos vieramos. Vernos las caras. Le dije que si.
Y, de una cierta forma u otra, empezó una ansiada cuenta regresiva a ese día. Sabía que lo deseaba, que necesitaba a esa persona. "Almas gemelas", le dijo su prima. No lo sé. Pero, a pesar de todo, sentía comprensión, salvación en sus palabras y era cuestión de tiempo. Tiempo para saber si era todo una ilusión.

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